A Mercedes Barrantes, por apoyar y respetar siempre al arte y a los artistas.
Realmente y siendo honesta conmigo misma, hacía tiempo que un montaje teatral no me encerraba tanto en una burbuja hermética y absorbía toda mi atención irrevocablemente hasta el escenario. Ahí estaba, en medio de un cuadrilátero negro, con una tenue luz iluminándola, sin decorado, expresión pura. Quizá fuera una posible novia a la fuga esperando a su amante, desesperada, desolada, aunque creo que se trataba de una novia plantada, de la que algún hombre había renegado en el último momento. Era Carmen Barrantes, la actriz aragonesa, cuya expresión y sentir sobre ese escenario, el de la sala Margarita Xirgú del Teatro Español, adelantaban en cierta manera el tono de la obra que iba a verse a continuación.
Con un título sugerente, La extinta poética propone al espectador someterse a un proceso de verdad, de un aquí y un ahora. Todo el que cruza las puertas de esta obra puede sentir la poesía viva, y posiblemente lo haga acercándose a un dolor interno, ese que todos padecemos e intentamos curar con medicamentos o con lo que podemos.
Esta obra es teatro en esencia, de ese que se mete en vena y que cuando sales sabes que no eres la misma persona. Es el reflejo cruel y real de una sociedad corrompida en todos sus sentidos, pero sobre todo en el moral y ético. Porque ya todos estamos naufragando en un mar ensordecido del que nos cuesta y nos va a costar mucho salir.

Bajo la dirección de Paco de la Zaranda y con un texto duro pero real de Eusebio Calonge, Nueve de nueve Teatro ha conseguido embellecer lo horrible, como aquellos antiguos poetas malditos ya hicieron en su tiempo. Por suerte sus versos nos siguen acompañando como es probable que lo haga La extinta poética.
Cuatro actores en escena, una familia que navega entre sombras sin advertir cuál es la luz que han de seguir, y un público que será testigo y partícipe de todo lo que suceda. Las interpretaciones de todo el reparto son excelentes, se entienden entre ellos, se respetan, se ayudan, se sienten.
Esta obra tiene, en mi opinión, mucho de poética, más allá del título, entiéndase. No concibo el teatro sin poesía y creo que es una de las virtudes de esta obra, junto con otro arte que me parece primordial: la danza. El movimiento tiene mucho que ver con el sentir y sobre las tablas de la sala Margarita Xirgú, los cuatro actores hacen vibrar con emociones y sensaciones que cuestan olvidar.
Una sensación de desasosiego, de reflexionar sobre hasta qué punto vamos a dejar que pisoteen el arte en sus tantas versiones o sobre lo corrompidos y destruidos que están los valores que alguien un día intentó enseñarnos.
Desde luego, La extinta poética es una apuesta sublime que no deja indiferente a todo aquel que se atreve a verla. Hagámoslo por nosotros mismos y atrevámosnos a ver y a sentir el dolor para poder reconocer con facilidad la alegría y el bienestar. Nuestro yo del futuro es probable que nos lo agradezca.
Apostemos por el arte y respetemos a los artistas. A mi un día alguien me enseñó eso y desde entonces, lo llevo por bandera.
Lugar: Sala Margarita Xirgú del Teatro Español de Madrid. Aquí para conseguir las entradas.
Horario: de martes a sábado a las 20:30h y domingos a las 19:30h. Hasta el 18 de diciembre
Dirección: Paco de la Zaranda, con texto de Eusebio Calonge.
Reparto: Carmen Barrantes, Laura Gómez-Lacueva, Ingrid Magrinyà y Rafael Ponce.






