¡No te pierdas nada!

Apúntate a nuestra newsletter para estar al día de todo lo que publicamos

[tdn_block_newsletter_subscribe input_placeholder=»Tu dirección de correo» btn_text=»Surcribirse» tds_newsletter2-image=»429″ tds_newsletter4-image=»430″ tds_newsletter5-tdicon=»tdc-font-fa tdc-font-fa-envelope-o» tds_newsletter7-image=»431″ embedded_form_code=»YWN0aW9uJTNEJTIybGlzdC1tYW5hZ2UuY29tJTJGc3Vic2NyaWJlJTIy» tds_newsletter2-image_bg_color=»#c3ecff» tds_newsletter3-input_bar_display=»row» tds_newsletter4-image_bg_color=»#fffbcf» tds_newsletter4-btn_bg_color=»#f3b700″ tds_newsletter4-check_accent=»#f3b700″ tds_newsletter5-btn_bg_color=»#000000″ tds_newsletter5-btn_bg_color_hover=»#4db2ec» tds_newsletter5-check_accent=»#000000″ tds_newsletter6-input_bar_display=»row» tds_newsletter6-btn_bg_color=»#da1414″ tds_newsletter6-check_accent=»#da1414″ tds_newsletter7-btn_bg_color=»#1c69ad» tds_newsletter7-check_accent=»#1c69ad» tds_newsletter7-f_title_font_size=»20″ tds_newsletter7-f_title_font_line_height=»28px» tds_newsletter8-input_bar_display=»row» tds_newsletter8-btn_bg_color=»#00649e» tds_newsletter8-btn_bg_color_hover=»#21709e» tds_newsletter8-check_accent=»#00649e» tdc_css=»eyJhbGwiOnsibWFyZ2luLWJvdHRvbSI6IjAiLCJkaXNwbGF5IjoiIn19″ tds_newsletter1-input_bar_display=»» tds_newsletter1-input_border_size=»0″ tds_newsletter1-input_bg_color=»rgba(255,255,255,0.9)» tds_newsletter1-f_btn_font_family=»394″ tds_newsletter1-f_btn_font_transform=»uppercase» tds_newsletter1-f_btn_font_size=»eyJhbGwiOiIxMyIsImxhbmRzY2FwZSI6IjEyIiwicG9ydHJhaXQiOiIxMSJ9″ tds_newsletter1-f_btn_font_line_height=»3.3″ tds_newsletter1-f_btn_font_weight=»700″ tds_newsletter1-f_btn_font_spacing=»1.5″ tds_newsletter1-f_input_font_family=»394″ tds_newsletter1-f_input_font_transform=»» tds_newsletter1-f_input_font_size=»eyJhbGwiOiIxMyIsImxhbmRzY2FwZSI6IjEyIiwicG9ydHJhaXQiOiIxMSJ9″ tds_newsletter1-f_input_font_line_height=»3.3″ tds_newsletter1-f_input_font_weight=»500″ tds_newsletter1-btn_bg_color=»var(–reel-news-red)» tds_newsletter1-btn_bg_color_hover=»var(–reel-news-black)» tds_newsletter1-input_text_color=»var(–reel-news-black)» tds_newsletter1-input_placeholder_color=»var(–reel-news-dark-gray)» tds_newsletter1-input_bar_border_radius=»10″]

[ESPECIAL] Heath Ledger, we miss you

Hoy, 22 de enero, se cumplen 9 años del inesperado fallecimiento de Heath Ledger. En cuanto recordé que se acercaba esta fecha, decidí que el artículo a redactar estaba más que claro. No podía, en un día como hoy, escribir sobre otra cosa. El problema era cómo enfrentarme a dicho artículo. El objetivo estaba claro: homenajearle. Pero, ¿cómo homenajeas a una persona que no conoces y que hasta hace prácticamente unos años -cuando aún no devorabas cine como si de palomitas se tratase- era un completo desconocido para ti?

Al ser Heath Ledger un actor, la primera opción que se me pasó por la cabeza, y la más fácil, era hacer un Top 5 de sus trabajos. Y lo podría haber hecho. Ahí estarían películas tan diversas como Diez Razones Para Odiarte, Candy, Monster’s Ball, Brokeback Mountain o El Caballero Oscuro -que además le valió el Oscar póstumo a Mejor Actor de Reparto– para formar el Top y demostrar de sobra su talento. Un actor que fue capaz de coger al Joker, uno de los personajes más icónicos de la historia del cómic, y honrar su grandeza con una de las mejores interpretaciones de la historia del cine (y más cuando nadie confiaba en él). No… hacerle un simple Top 5 me parecería poco.

Foto de Heath Ledger

Cuando se anunció que Heath Ledger sería el encargado de interpretar al Joker en la segunda película, de la que terminaría por convertirse en la mejor trilogía cinematográfica de superhéroes hecha hasta el día de hoy,  y por mucho que Marvel nos tenga a muchos a sus pies con prácticamente cada nueva película que se sacan de la manga, nadie confiaba en él. Los fans respondían con comentarios como: «el peor casting de la historia», «con este casting comienza la caída por segunda vez de Batman en el cine, y ni siquiera van a necesitar los pezones de George Clooney para arruinarlo todo», «un payaso salido de películas adolescentes», «el actor perfecto para el Joker es Johnny Depp, no este niñato australiano» (perdonad, pero si esto no fuera un texto me reiría con esta última frase) y demás perlas de unos iluminados que, como se pudo ver con el tiempo, sabían mucho de cine y aún más de respeto.

¿Moraleja? No juzgar nada hasta verlo por nosotros mismos. Cuando un actor no nos parece adecuado para un papel, y lo juzgamos abiertamente antes de ver la película, estamos a su vez menospreciando a un equipo de casting cuyo trabajo consiste en ver y analizar la actuación de cientos de actores entre los que probablemente se encuentren las mayores estrellas del cine. Por mucho que queramos a un personaje, es inútil hacer otra cosa que no sea esperar a verlo en la pantalla para poder ensalzarlo o, por el contrario, tratar de hundirlo en la miseria desde nuestra butaca de cine y nuestros teléfonos móviles. Pero este artículo no es para eso. Esto es para homenajear a Heath Ledger. Así que, como decía su Joker,:

«And here… we… go!»

El Caballero Oscuro: El payaso aparece en escena.

A pesar de todo, el que tenía que confiar en él para esta película, sí lo hizo. Christopher Nolan, y Warner Bros por supuesto, le dieron la oportunidad al actor australiano de meterse en la piel del villano por excelencia de la ciudad de Gotham, el payaso del crimen. Y Heath Ledger, les devolvió la confianza de la mejor manera que podía hacerlo: robando cada plano de la película. Desde la escena del robo inicial en el autobús escolar hasta la salida triunfante del hospital destrozado, pasando por el interrogatorio que consigue desquiciar hasta al más calmado de cuantos caminan por Gotham: el mismísimo murciélago.

Si El Caballero Oscuro resultó ser la maravilla que a día de hoy todos podemos disfrutar, fue en gran medida por Heath Ledger. Y por Christopher Nolan, que supo dirigir la película de la manera que el personaje se merecía, dándole escenas de auténtico lucimiento y marcándose una de los mejores arcos narrativos en lo que llevamos de siglo. Ni Christian Bale con su Batman, ni la tremenda dirección de fotografía de Wally Pfister o el Harvey Dent de Aaron Eckhart, ni el recuerdo de Jack Nicholson interpretando al mismo personaje allá por 1989… Ninguno le pudo hacer sombra al Joker más anarquista, impredecible y pasional de los que se han visto en el cine. Un personaje tan puro como los instintos animales.

«¿Sabes lo que soy? Soy como un perro persiguiendo coches. Si alcanzara uno no sé qué haría con él» le decía a Batman en una de las escenas. Y en eso residía su esencia. Heath Ledger supo hacer que, aún interpretando a uno de los personajes más desagradables, odiosos y extraños del cómic, los espectadores empatizaran con él, y algunos -me incluyo entre ellos- hasta se pusieran de su bando. Porque ir con Batman era lo correcto, pero ir con el Joker de Heath Ledger era lo que te pedía el cuerpo.

Ya era hora de que un villano pasara de ser un mero secundario a convertirse en el rey de la función. Un rey que no dudaba a la hora de alternar el humor negro con los recuerdos alterados de su cabeza para meter el miedo en el cuerpo a todo aquel que se atreviese a encararse con él, y siempre con su famosa sonrisa en la boca, por la que soltaba frases míticas como: «Yo creo que lo que no te mata, te hace… diferente».

Para conseguir esto, Heath Ledger llegó a unos extremos que, desgraciadamente, le costaron muy caros. Encerrándose en una habitación durante semanas para preparar su papel, tratando de buscar una voz icónica para su Joker y su más que característica risa con la única compañía de un cuaderno de notas donde escribía todo aquello que se le pasaba por la cabeza, creó el pasado de su personaje. Dibujos, fotografías de payasos y viñetas de cómic, etc., llenaban el cuaderno. Un cuaderno donde, además, aparecían otras actuaciones que le sirvieron de referencia, como Alex DeLarge, el protagonista de La Naranja Mecánica. Como su padre revelaría hace un par de años en un documental para una televisión alemana, Heath Ledger decidió terminar ese cuaderno con las palabras «BYE BYE» escritas a lo largo de la última página. Una despedida que tras ver el destino sufrido a posteriori por el actor, resulta cuanto menos dolorosa. Sin embargo, durante el rodaje, el actor no mostraba ningún signo de ser superado por su personaje, paseándose por el set a menudo con un patinete y repartiendo abrazos cada mañana nada más llegar.

Además de ser un grandísimo y prometedor actor, dejándonos entre otros este icónico personaje, Heath Ledger se fue, dejando atrás a una hija de tres años, Matilda, fruto de su relación con la también actriz Michelle Williams. Heath fue un chico que dejó huella en muchos de los que trabajaron con él, como Gemma Ward -con quien compartía su vida antes de morir- o como su eterno amigo -y compañero de reparto en Brokeback Mountain- Jake Gyllenhaal, quien en los últimos años ha declarado en multitud de entrevistas lo mucho que le echa de menos.

Y aquí está la cuestión. Originalmente pensé en titular este artículo «Heath Ledger, te echamos de menos», pero qué sentido tiene que personas que no le conocimos le echemos de menos. No, no lo echamos de menos. El «we miss him» se acerca más a mi manera de verlo. Lo que de verdad sentimos es su pérdida, la de una persona que para muchos habrá sido inspiración, para otros muchos habrá sido un ejemplo y para otros pocos la gran promesa que se fue demasiado pronto. Una -mala- suerte de James Dean del que no pudimos disfrutar más tiempo. Porque viendo lo que hizo en sus últimas películas, ¿alguien duda de que este chico australiano de 28 años tenía el talento necesario para convertirse en uno de los grandes actores de su generación? Yo desde luego no.

Mucha gente, cuando salta la noticia del fallecimiento de algún personaje conocido -músicos, directores, artistas, actores, etc- aparece en las, tan nocivas a veces, redes sociales con la famosa frase de «si ni lo conocíais, que más os dará lo que le haya pasado». Pues no, no es que nos dé igual, es que muchos de esos personajes hacen que los demás miremos las cosas de una manera diferente. Hacen que los demás evolucionen como personas. O simple y llanamente, hacen que por un rato te distraigas lo suficiente como para meterte en un mundo diferente y, en la mayoría de los casos, mucho más esperanzador. Como hicieron Michael Jackson o David Bowie con su música, Johan Cruyff con el fútbol o más recientemente Carrie Fisher con toda una generación de niñas que crecieron bajo el manto de una princesa rebelde que se dejaba de coronas y zapatos de cristal para por fin responder a los ideales que merecía su generación. Por todo esto merece la pena recordar a esas «estrellas» aunque sea una vez al año coincidiendo con el aniversario de su muerte.

Una persona no muere hasta que todos aquellos que lo recuerdan dejan de hacerlo. Si este dicho es cierto, Heath Ledger, por lo que a mi respecta -y espero que a muchos de los que leáis estas palabras- seguirá vivo mucho tiempo. Cada vez que veamos una de sus películas, ahí estará el payaso de Gotham para contarnos una vez más cómo consiguió su eterna sonrisa y dedicarnos un «Why so serious?«.

Dicho esto y por última vez,

Heath, we miss you.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Salir de la versión móvil