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    La patente de corso

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    La patente de corso (del latín cursus, «carrera») era un documento entregado por los monarcas de las naciones o los alcaldes de las ciudades, por el cual el propietario de un navío tenía permiso de la autoridad para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas. Era una cédula con la que el Gobierno de un Estado autorizaba a un sujeto para hacer el corso contra los enemigos de la nación.
    Junto con la actividad de los piratas que robaban por su propia cuenta por su afán de lucro, estaban los corsarios,
    que eran marinos particulares contratados, con patente de corso para atacar naves de un país enemigo.
    El disponer de una patente de corso ofrecía ciertas garantías de ser tratado como soldado de otro ejército
    y no como un simple ladrón y asesino; pero al mismo tiempo, acarreaba ciertas obligaciones. Hoy día, por extensión, el diccionario de la RAE, también brinda esta acepción: Patente de corso: Autorización que se tiene o se supone para realizar actos prohibidos a los demás.
    La patente de corso


    Génesis

    Con la intención de sondear, de escarbar, de jugar con los cánones y con los géneros, se propone este experimento teatral singular, que consiste en la adaptación para la escena de artículos periodísticos de opinión.
    Afirma Pérez-Reverte que en sus artículos —publicados semanalmente, sin interrupción, desde el año 1991
    hasta hoy— escribe con tanta libertad que no deja de sorprenderle que se lo permitan. Nosotros, mediante un trabajo de creación colectiva a partir de los textos del escritor, también nos concedemos la patente de corso, nos proclamamos corsarios, para plantear un espectáculo libre de ataduras o convenciones políticas, sociales e incluso dramáticas. Nos alejamos de los preceptos, de
    las reglas, de las estructuras, para dejar que simplemente brote el grito que cualquier ciudadano, con un mínimo
    de lucidez, lleva atravesado en la garganta. De esta forma, no se pretende dar respuestas, se intentará
    abrir interrogantes, revolver, remover, conmover; jamás resolver. Y todo, montados en el vehículo supersónico de la comedia, aprovechando la distancia que da el humor, lo que tiene de analgésico, para poder así hurgar a gusto en las heridas.
    La función –así como su puesta en escena- es anárquica, a veces estridente, otras gamberra, a ratos poética, emotiva y casi siempre cómica, se deja llevar allá a donde le lleve, por la ola sobre la que los corsarios surcan los mares.
    La patente de corso
    SINOPSIS
    Luciano posee una patente de corso auténtica, con casi dos siglos de antigüedad y firmada por el mismísimo Fernando VII, que quiere vender. Asegura que con ella se puede estafar, robar, malversar, saquear y desfalcar, con todos los papeles en regla y la firma del rey.
    Mariano, un ciudadano harto de estar harto al que la vida lo ha tratado de forma despiadada, la quiere comprar. Quiere convertirse en un hijo de la gran puta.
    Luciano le asegura a Mariano que ser un cabrón no es tan fácil como parece y se ofrece a enseñarle. Se ven todos los días en la terraza de un bar. El joven aguarda las enseñanzas del maestro, pero éstas nunca llegan; por lo menos, tal y como las espera Mariano. Charlan y charlan de cualquier cosa mientras ven la vida pasar. Y parece que no pasa nada, lo que desespera más y más a Mariano, que llega a plantearse todo tipo de barbaridades. Se entabla
    una relación entre ambos que sirve para mostrar un mosaico
    de espejos, en cuyos pedacitos podemos ver el reflejo de partes de nosotros mismos y de nuestra sociedad, que parece haber entrado en permanente bucle, que se antoja eternamente cíclica. Y que, en algunos aspectos, lejos de evolucionar, involuciona. Siempre hubo y habrá malos, pero, como escribe Pérez-Reverte «no es lo mismo ser un delincuente que se busca la vida al límite de ciertas reglas, malandrines que mantienen ciertos códigos, que un cabrón desbocado al que todo le da igual. Y lo que abunda, cada vez más, es gentuza a la que se le fue la olla, capaz de hacer daño sin el menor escrúpulo». Aceptando el lado oscuro de los seres humanos como parte intrínseca de su naturaleza, nuestros personajes —uno desde la sabiduría y la retranca, otro desde la desesperación; ambos desde la soledad—, a través de sus charlas eclécticas, se pasean por las sombras y las luces de nuestras realidades.
    ¿Será que tenemos lo que nos merecemos?
    La patente de corso
    Protagonistas:
    LUCIANO (Alfonso Sanchez)
    Luciano es un timador de los que ya no quedan, con arte, clase y oficio. Es un flamenco con mucha guasa, y con el culo pelado de andar por los tablaos de la vida. Ha sido cabo segundo de la Infantería de Marina, limpiabotas, cantaor y trilero, entre otras
    ocupaciones. Su mayor virtud es saber mirar. Su gente, los de su calaña, han ido desapareciendo tragados por las cárceles, los vicios o la perra vida. En el fondo se encuentra muy solo.
    Mariano (Alberto López)
    Mariano es un ciudadano de a pie harto ya de estar harto. tiene treinta y muchos años, dos críos a los que casi no ve y una ex
    mujer, que hace tiempo que rehizo su vida. Mariano estudió empresariales para convertirse en un mediocre vendedor de seguros. Desde que le despidieron solo ha conseguido trabajos temporales y mal pagados, como teleoperador o comercial de cualquier cosa a comisión. Ahora, ni eso. Ahora es parado de larga duración. De carácter timorato y conformista, ha decidido sacar los pies del tiesto, ya que siempre ha hecho las cosas como se supone que había que hacerlas y no le ha ido bien.
    ARTURO PÉREZ REVERTE
    TEXTOS ORIGINALES
    Desde 1991, seis millones de lectores de numerosos periódicos de España, Argentina y México leen cada fin de semana el artículo que Arturo Pérez-Reverte publica en el suplemento dominical XLSemanal . Su polémica, original y personalísima página de opinión, Patente de corso, recoge una amplia selección de esos textos, de los que el propio autor ha dicho: «Escribo con tanta libertad que me sorprende que me dejen». De ellos se puede disentir, participar, asumir o no sus postulados; pero es imposible no contagiarse con la fascinación de su honestidad salvaje, su compromiso personal y su coherencia. Porque son la mirada de veintiún años como reportero y el espejo de la Literatura, aplicados a quemarropa sobre la sociedad contemporánea. 
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