El nombre de Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, 1988) es sinónimo de cine de calidad. Con una narración sosegada nos aporta historias emotivas y originales (algo que últimamente no abunda precisamente). A través de Correspondencia Tornatore nos trae una conmovedora historia sobre el amor, la perdida y la muerte a través de la vista una joven que ya arrastraba bastante y tiene que llegar casi al límite de su resistencia.
Como decía es una película tranquila sobre un viaje que se fundamenta principalmente en dos pilares: un guión sólido, y una excelente actuación de Olga Kurylenko (Oblivion, 2013) que cada vez va apuntando más alto a pesar de esos inicios poco prometedores en la indescriptible Hitman (2007). Kurylenko nos retrata con habilidad la búsqueda de equilibrio de una mujer marcada por las perdidas pasadas y recientes que guiará todo el largometraje. La acompaña en menor medida, pero no por ello menos meritorio Jeremy Irons (Lolita, 1997), como mentor y amante, en una de esas buenas interpretaciones que nos brinda en una carrera con sus más y sus menos.
El guión, del propio Tornatore, es el punto fuerte de la película (realmente debería de serlo de cualquiera, pero bueno, se juega con lo que se tiene en muchos casos). Una historia que consigue conmover, sólida y compleja. Con numerosas referencias a la astro-física (esta sería la vertiente geek de la película) aunque lo suficientemente suaves para no saturar a quien no le vaya el tema, personajes sólidos que dan pie a buenas interpretaciones, y giros interesantes con sentido en la historia.
Todo esto está aderezado por una banda sonora del genio Ennio Morricone (La Misión, 1986) que le va como anillo al dedo y unos paisajes hermosos bellamente retratados entre Escocia, Inglaterra e Italia le dan una belleza peculiar a la película. Es una pequeña joya, muy recomendable entre tanto cine comercial y basuras varias que se sacan en verano. Tornatore no decepciona.