Con el ruido generado tras su estreno en el pasado Festival de Sundance, Holiday llega al Atlántida Film Fest como una de las propuestas más atractivas de la edición, y una de las más frescas para disfrutar en su vertiente online hasta el día 25 de este mes de julio en Filmin. La coproducción europea, a tres bandas entre Dinamarca, Holanda y Suecia, supone el debut en el largometraje de Isabella Eklöf.
La cinta centra su trama en Sascha (Victoria Carmen Sonne), una hermosa joven que se dispone a pasar las vacaciones de verano junto a su novio Michael (Lai Yde), un gánster rodeado de una servicial familia que le acompaña allá donde va. Con una mansión repleta de lujos, excesos, todos caprichos que desea y la ventaja de ser el nuevo ojito derecho del gángster, poco puede mejorar la situación para Sascha. Pero por supuesto, no todo va a ser de color de rosas en el verano de Sascha. Rápidamente las comodidades parecen dejar de llenarla y los días se le hacen más solitarios, hasta que entra en escena un nuevo interés amoroso. Sascha conoce a Thomas (Thijs Römer), un turista holandés radicalmente opuesto a Michael, y con el convencimiento de ser el respiro que necesita, la joven no duda ni un segundo en comenzar un juego que más que triángulo amoroso, supone una partida a dos bandas inquietantemente peligrosa.
El guión, escrito por la propia Eklöf junto a Johanne Algren avanza de manera rápida desde el primer momento, sin dejar espacio a las dudas o a cualquier tipo de dilema moral, dejando más que claras las intenciones de la protagonista y su deseo de hacerse fuerte en esta suerte de familia criminal. Resulta evidente la posición que el guión pretende tomar con respecto a Sascha a la hora de desarrollar su personalidad, presentándonos a una mujer decidida a mejorar su calidad de vida a toda costa, sin importarle las consecuencias.
Más que la trama en si, lo relevante de Holiday es el discurso que se atreve a plantear, en una época donde se tiende a presentar cada vez más el empoderamiento femenino como elemento totalmente libre e independiente del hombre. Isabella Eklöf, sin embargo, no busca ese empoderamiento simple y directo, sino que va más allá, con el pretexto de la familia mafiosa como escenario.
Aquí, el marido asume la dominación total como rol impuesto a la fuerza e inquebrantable, apoyándose en el tradicionalismo más arcaico. Es Sascha quien, al contrario de lo esperable, se resigna a objeto, sometida a la voluntad del hombre pero consciente de todo aquello que permite, para así poder seguir disfrutando del estilo de vida que tanto ansía y disfruta, y al que ni se le pasa por la cabeza renunciar. Queda para el espectador el debate de si en toda esta historia Sascha es una víctima o una jugadora más, totalmente consciente de las reglas de la partida. “El que algo quiere, algo le cuesta», parece convencida a demostrar, aunque el precio a pagar sea la propia dignidad e integridad física.
Es especialmente revelador el estudio físico que realiza la protagonista con su personaje, dándole vida con una serie de movimientos y expresiones calculadas al milímetro. Un prisma de espejos donde Sascha es consciente de que todas las miradas están sobre ella, y así le gusta que sea. Un animal encarcelado en el zoo pero gustoso de la atención recibida.
Holiday venia precedida de polémica por lo explícito de una de sus escenas, pero los comentarios no pueden ser más exagerados. Ni la dureza de la escena es tal, ni resulta descabellada en el planteamiento que ejerce la directora en el conjunto de la cinta. Si algo llama la atención aquí es el uso de lo externo, todo aquello que aún siendo presentes hacen la vista gorda, al igual que Sascha. Se encuadra a la protagonista sin juicios de ningún tipo, dejando las dudas para el resto de la familia que pueblan esa mansión de lujos a la que nadie parece querer renunciar.
Salvando las distancias, la película queda más cerca de la mirada incisiva e inquietante de Yorgos Lanthimos en cintas como Canino, que de esa Irreversible de Gaspar Noé a la que se empeñan en citar las críticas.
Holiday consigue ser una ópera prima suficientemente digna, de marcado carácter europeo por parte de la cineasta sueca Isabella Eklöf, y valiente a la hora de encarar su discurso. Una crítica a la dominación del hombre y a la sumisión voluntaria de la mujer. Un juego de poderes donde cada uno juega sus cartas de la manera que mejor sabe, usando la dignidad personal como un elemento material más con el que negociar.