Desde que Lucasfilms y posteriormente Disney comenzase a explotar la gallina de los huevos de oro que es el universo de Star Wars, ha existido el debate si cada uno de los nuevos productos era una historia DE Star Wars o una historia EN Star Wars. El matiz es sutil. A pesar de tener un universo rico y complejo, a todas las producciones les cuesta salirse de la vida y milagros de los Skywalker y contar algo original. Sin embargo hubo una película que salvo los últimos minutos (y paradójicamente, son de lo mejor) sí que es una historia alejada de la fuerza y las espadas láser.
Rogue One fue una sorpresa para muchos en 2016, una propuesta valiente en una franquicia que hasta la fecha no ha arriesgado mucho. Por eso mismo miré con interés y cautela cuando anunciaron un spin-off en forma de serie basado en uno de sus protagonistas, Cassian Andor.
** esta crítica NO contiene spoilers **
Andor, una serie de catastróficas desdichas
Cinco años antes de la Batalla de Yavin, cuando la Estrella de la Muerte fue derribada y significó el comienzo del fin del imperio, un hombre buscaba a alguien en un local clandestino. Más tarde, ese hombre tuvo un desafortunado accidente en los muelles de carga, pero lo que nadie esperaría es que ese pequeño incidente significaría el comienzo de toda una revolución.
Un accidente, una mala decisión tras otras, un celo excesivo en el cumplimiento de la ley y un desdén hacia las normas… Toda la historia de Andor en los primeros episodios se precipita constantemente una serie de errores tras otros que curiosamente consiguen avivar el avispero en forma de rebelión de un planeta que ya ha sufrido bastante. Aunque estemos acostumbrados a ver aventuras de Star Wars en planetas fuera de las fronteras, regidos por una ley más propia del Salvaje Oeste, dentro de los límites del Imperio Galáctico el orden no es tan férreo como puede parecer si miras en detalle.
Más allá de Tatooine
Personalmente el personaje de Cassian Andor en la propia Rogue One, a pesar del carisma de Diego Luna, no me llamaba especialmente la atención. Parecía un intento sombrío de crear un Han Solo del que efectivamente sabías que tenía demasiado trasfondo que no te estaban contando.
Ahora bien, lo que se nos muestra en los tres primeros episodios en relación con Andor tampoco resulta demasiado atractivo. Sí que es interesante para hacerte una idea de que más hay en el universo de Star Wars, pero es muy fácil que a una parte de los espectadores les pueda sobrar por completo.
La producción de la serie es impecable. Por fin dejamos los desiertos de arena, speeders y Jawas, para adentrarnos en desiertos de chatarra, speeders y chatarreros humanos. Bromas aparte, la construcción de la ciudad/desguace está muy bien reflejada y tiene personalidad. Desde el sufrido trabajo de los chatarreros hasta el ominoso repicar de los martillos, parece una ciudad viva. Además ya desde los primeros minutos vemos que estamos ante una serie más oscura.

Cocinada a fuego lento
Y es que la serie tarda en arrancar. No unos minutos, si no que realmente considero que arranca al final del tercer episodio. Si bien los capítulos no llegan a 30 minutos hay que plantearse si hoy en día y con la abrumadora oferta audiovisual, ¿aún podemos decir cosas como «aguanta un par de episodios, que luego mejora»?
Después de ver los tres primeros episodios, espero que la historia no abandone a los personajes secundarios que ha ido presentando, que siga ahondando en cómo se va fraguando una revolución casi de forma espontánea. La propia Rogue One nos enseñó que el destino de los personajes no es lo más importante, si no el mensaje que tienen que dar.