Katherine Graham el alma de Los Archivos del Pentágono
A menos de dos semanas para la celebración de los Óscar, seguimos nuestro repaso a las 9 nominadas en la categoría de Mejor Película. Con 71 años y una treintena de películas a sus espaldas, hoy nos vemos las caras con el Rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, y su última cinta: Los Archivos del Pentágono (The Post).
Con una secuencia bélica que nos recuerda que sigue sin haber nadie en el mundo con el pulso de Spielberg para rodar los estragos de la guerra desde dentro, Los Archivos del Pentágono inician su viaje en pantalla con ritmo de puro thriller, sucediéndose este paso por la Guerra de Vietnam con el consecuente robo de los famosos «Papeles del Pentágono», todo un escándalo en la época del presidente norteamericano Richard Nixon. Serán estos documentos los que darán causa y sentido a toda la trama de la película.
A partir de aquí, iniciará la odisea de Ben Bradlee (Tom Hanks), editor jefe del The Washington Post, para conseguir hacerse con dichos documentos, y de Katharine Graham (Meryl Streep), dueña del periódico, para decidir si publicarlos. Con un ambiente propio de espionaje industrial, sale a relucir ese deseo de conseguir y publicar las exclusivas, buscando convertir al periódico capitalino en la mayor institución periodística de los Estados Unidos.
Sin embargo, cuando al New York Times, los primeros en conseguir los Papeles del Pentágono, le prohíben su publicación, lo que era una lucha entre periódicos por hacerse con las exclusivas pasa a convertirse instantáneamente en una lucha por la libertad de prensa que, por primera vez en la breve pero intensa historia del país norteamericano, había sido vulnerada. Bradlee y su equipo empiezan a rastrear las fuentes del New York Times, consiguiendo llegar hasta ellas y haciéndose con los mismos documentos.
La prensa como debería ser
Es aquí cuando todo lo que había de thriller en la película acaba, dando comienzo a un drama periodístico y humano construido enteramente sobre la reivindicación a la libertad de prensa y hasta qué punto arriesgar tu carrera profesional para defenderla. Esencial para ello la figura de Katherine Graham, no sólo por su papel principal, sino por el gran símbolo en que se convierte a sí misma, liderando toda una lucha en un mundo de hombres y negocios en el que nadie parece tomarla tan en serio como merece. Un desarrollo de personaje ejemplar para el que Spielberg no ahorra metraje ninguno, regalándonos un vistazo no sólo a su vida profesional sino a la familiar.
Es en esta primera colaboración entre Meryl Streep, Tom Hanks y Steven Spielberg, donde la dama de Hollywood vuelve a demostrarnos por qué es la actriz con más nominaciones al Óscar de la historia, acumulando 21 en su haber particular. Son este tipo de papeles los que hacen que cualquier menosprecio a su carrera o a su capacidad como actriz sean acallados, pese a estar llena su obra de papeles valorados en exceso durante este comienzo de siglo (ahí quedan sus nominaciones por películas como Julie & Julia, El diablo viste de Prada, Into the Woods o Florence Foster Jenkins).
De cualquier manera, y volviendo a lo que nos incumbe, su Katherine Graham se convierte en el alma de la película de principio a fin, ganando el duelo interpretativo a un Tom Hanks que acapara casi todo ese comienzo de thriller, pero que queda reducido a la meritoria posición de espectador de lujo para un tercio final donde es Meryl Streep la que acapara todas las miradas, con uno de esos personajes que consiguen imponer respeto e inspirar a la misma vez, sin dar grandes golpes ni reclamar la atención. La sutileza del que se sabe relevante.
Entre los secundarios destacan una serie de nombres que nos sonarán en mayor o menor medida de la televisión, como Carrie Coon (co-protagonista de The Leftovers, la serie más infravalorada de los últimos años) en una de sus primeras y escasas apariciones por la gran pantalla, Bob Odenkirk (el Saul Goodman de Breaking Bad) y Sarah Paulson (habitual de la saga American Horror Story); todos con pocos minutos en pantalla pero aportando en cada escena de la que participan.
Siempre resulta fascinante como algunas películas parecen vinculadas al presente aun hablando de sucesos pasados. Sin embargo, pocas veces es tan acertada esa frase de que «la historia se repite» como en el momento actual, con un Estados Unidos bajo el primer mandato de Donald Trump, un presidente que pasará a la historia, entre otras muchas cosas, por su no-relación con la prensa y los medios de comunicación. Una época donde el mítico «fake news» es pronunciado día sí, día también, por un presidente del gobierno que gusta de utilizar las redes sociales como medio semioficial para acallar hasta el más mínimo reproche que se le haga a su gestión.
No duda en reconocer el propio Spielberg que éste fuese su motivo principal para lanzarse de inmediato a la realización de la película, pese a andar metido en la post-producción de otra película (la próxima Ready Player One) e incluso interrumpiendo la preproducción de otra (El secuestro de Edgardo Montara) en plena búsqueda de localizaciones. Una conexión inevitable entre un país donde se vulneró por primera vez la libertad de prensa, usando la censura como método para acallar los desencuentros ideológicos; y un país donde es la propia prensa la que tras cada noticia, tiene que convencer a sus propios lectores de que lo que publican no es ninguna mentira.
Los Archivos del Pentágono es una nueva visita al periodismo como el Cuarto Poder, con menos emoción y rabia de la que se permitía exhibir Spotlight hace un par de años, pero con toda la intriga, la convicción y el entretenimiento del que hace gala Spielberg en cada proyecto que toca. Un alegato a la figura de poder femenina en un año clave para todas ellas. Un recuerdo de que hay momentos en la historia donde las competencias hay que dejarlas a un lado para avanzar en conjunto, como sociedad. La advertencia de que la única manera de reivindicar el derecho a la libertad (de prensa, en este caso) es ejerciéndola.
Pero sobre todo, Los Archivos del Pentágono es un recuerdo que la prensa debe servir al Gobierno, no a sus gobernantes. Un aviso de que no nos conviene olvidar que a veces, conocer y publicar la verdad, es algo que resulta más fácil decir que hacer. Steven Spielberg lo sabe, y consciente de que la historia siempre se repite, nos lo cuenta al oído de manera sutil. Porque las palabras del Rey Midas, por muy llena que esté la sala, siempre hacen eco.
Opciones en los Óscar:
Opciones reales: Ninguna.
Posibles sorpresas: Tras el éxito de Spotlight hace tan sólo dos años, parece difícil dar la sorpresa en Mejor Película.
Total de nominaciones: 2 – Película y Actriz.