Dani Rovira, tres estrenos más en lo que queda de 2018
A Dani Rovira (Málaga, 1980), muchos le empezamos a conocer en aquellos años donde encadenaba monólogos televisivos como si de episodios de una sitcom se tratasen.
Aquella época, algo lejana ya, Rovira no puede más que recordarla con una sonrisa en los labios. «El año que viene cogeré algún proyecto pequeñito que me guste a nivel cinematográfico, lo dedicaré a descansar, y volveré con mi nuevo unipersonal de comedia. Haremos una gira por el país y luego una pequeña temporada en Madrid. Hay que dejar un poquito en barbecho lo del cine, y lanzarme a otras cosas. Me apetece mucho, soy muy feliz sobre el escenario», reconoce.
No dejaremos de verlo por la pantalla grande, con hasta tres estrenos de lo más variados en lo que queda de año. De la acción en Superlópez, a la comedia en Miamor Perdido junto a Michelle Jenner, pasando por el documental que nos brindó la oportunidad de compartir unos minutos con él, en el marco del pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla: Todos los caminos.
El síndrome de Rett
Concebido para documentar una aventura con la que visibilizar el síndrome de Rett, un trastorno neurológico infantil, Todos los caminos es mucho más que un simple ejercicio informativo. «Todo surgió de una llamada de Paco [padre de Martina, la niña con síndrome de Rett en cuyo nombre se organiza todo este viaje que traspasa la pantalla], en la que me dijo que había conseguido audiencia con el Papa. A partir de ahí, yo sin ser católicos ni ostias, me lancé. Se puede ser católico o no, pero el hecho de que Paco y su hija puedan generar unas palabras del Papa, que al fin y al cabo es uno de los mayores influencers del mundo, pues imagínate».
Pensando que ir en coche no tenía mérito y que ir de rodillas era demasiado duro; Paco, Rovira y un pequeño grupo de acompañantes se lanzaron al viaje, optando por la bicicleta como medio para ir desde Barcelona hasta la misma Roma. Porque «todos los caminos llevan allí».
Paola García Costas, directora del documental, no tardó en subirse al proyecto. «Le pegué una llamada y le expliqué lo que teníamos pensado hacer. De un pequeño reportaje, se paso a un corto documental, y claro, viendo la envergadura de la gesta, pensamos que esto merecía un largo».
Con el apoyo de su productora, de la asociación Rett, y de Ochotumbao [fundación que comparte con Clara Lago, su pareja de vida desde que se conociesen en el rodaje de Ocho Apellidos Vascos], se consiguieron los fondos necesarios para que la idea se materializara con todos los medios posibles.
El documental
No serían pocos los baches que superar a lo largo del viaje, creando especial tensión un atropello que ocupa la parte más inesperada del documental. «Sí, lo del accidente no lo teníamos pensado realmente», comenta entre risas Dani Rovira. «Que te pase una cosa así no es ni mala suerte ni buena suerte. La vida es aleatoriedad, una especie de lotería macabra donde de repente te puede nacer una niña con una enfermedad así o puedes salir un día a darte una vuelta en bicicleta, y un despistado está a punto de truncártela».
El imprevisto, visto con distancia, hasta terminó convertido en un punto positivo. «A día de hoy, y sabiendo que no pasó nada grave, me alegro de que nos haya pasado, porque el documental pilló entidad. No sabíamos cómo iba a plantear Paola [García Costas] lo sucedido, pero cuando pude ver el montaje final… Chapó. Es una directora con talento y sensibilidad».
Esa entidad de la que habla Rovira, no solo se vislumbra a través de la pantalla, sino que también supuso todo un punto de inflexión en las vidas de aquellos que lo vivieron. «Muchas veces se habla de lo afortunados que somos, de que tus hijos están bien… pero claro, de repente sucede un accidente así, y nos coloca a todos en el mismo sitio. En ese momento, todos empezamos a pensar y decir, tío es que la vida es así de perra y maravillosa, a partes iguales. Hubo un punto de valentía y también de miedo, porque hubiera sido totalmente lícito que hubiéramos dicho, mira, yo me he llevado el susto de mi vida, y no puedo seguir».
No creo que tengamos que tener una sola y lejana meta en la vida. La meta es el camino, y el camino es la meta.
Decididos a terminar la aventura como estaba planeado, fue precisamente ese final, con la llegada a Roma como centro, el momento de mayor emoción reconocida para Dani Rovira. «Cuando salimos de Barcelona nos escoltaron unas motos de policía, pero luego el viaje entero lo hicimos realmente solos. De repente, en la última jornada, sí que habían hablado con la policía de Roma, con ciertos motoristas e incluso unos ciclistas que quisieron hacer la última etapa con nosotros. Entonces el entrar en Roma… eso fue como muy bonito, después de sentirnos solos en el viaje. Es lo que tienen las metas, que el camino te puede sorprender con gente así. Recuerdo la última etapa como una etapa preciosa, que fue maravillosa, nos sentimos acompañados, y como que llegas a la meta, pero realmente no quieres llegar. La meta te das cuenta de que es como un principio de otra cosa».
Con la audiencia con el Papa conseguida y esas pequeñas palabras grabadas en cámara, nada había acabado para ellos. «El camino sigue. Una vez que llegas a Roma, hemos hecho esto, ha venido el Papa, y todo lo demás… pero la vida de Paco sigue, mi vida sigue y la enfermedad sigue existiendo. Ahora lo importante es decir, bueno, ¿la siguiente meta cuál es? Que se emita el documental. No creo que tengamos que tener una sola y lejana meta en la vida. Tenemos que tener como pequeñas metas para no caer en la frustración. La meta es el camino, y el camino es la meta».
Con la voluntad de sacarle todo el juego al camino, disfrutando de cada regalo que la vida le proporcione, a Dani Rovira no le faltan aventuras vividas y por vivir en los próximos meses. Con el reciente estreno de Superlópez ya en el bolsillo, nos sorprendió también el pasado verano la noticia de su salto a América, en una de las grandes apuestas de Disney tras un 2019 que promete ser legendario en sus arcas, acumulando títulos como la novena entrega de Star Wars, el ansiado desenlace de la franquicia Marvel con la cuarta cinta de Los Vengadores, la animada Frozen 2, o los remakes en acción real de Aladdin y El Rey León. Y junto a todos esos nombres, el de un malagueño, con apenas 5 años de experiencia en el cine español, pero con la ilusión de un niño pequeño dispuesto a jugar con sus juguetes nuevos en la mañana de Reyes Magos.
Jungle Cruise
Hablamos de Jungle Cruise, una suerte de adaptación cinematográfica basada en la atracción de uno de los muchos parques temáticos Disney, como ya hicieran hace más de una década con la franquicia Piratas del Caribe. Con estreno previsto para julio de 2020, y quizá con algún remake pendiente para el próximo mes de marzo (dato que Rovira nos anticipa como si ninguna cláusula de confidencialidad existiera), el rodaje de este blockbuster le llegó por casualidad.
«Me ha tocado a mí como le podía haber tocado a cualquier otro compañero. Esto fue como una especie de carambola. Esa película la hago porque Jaume [Collet-Serra, director español más que afianzado ya en Hollywood] apostó por mí, no por méritos propios. Fue una locura. Si ya rodar Superlópez aquí es una manera de rodar a la que no todos los actores estamos acostumbrados, ya te vas allí… Es que no te podría contar la envergadura. Ya no es solo una película en Estados Unidos, es que es una de las grandes apuestas de Disney».
Pese a las luces y destellos del Hollywood liderado por el ratón Mickey, Dani Rovira no duda a la hora de quedarse con el regalo de conocer a ciertos compañeros. «Al final te quedas con lo pequeñito. Estaba yo, estaba Quim Gutierrez, y estaba Edgar Ramírez, además de tener un director que también era español. La experiencia ha sido muy bonita, y sobre todo me llevo el haber trabajado por primera vez con Quim Gutierrez, que manda cojones que haya sido en Estados Unidos. Ha sido un placer currar con un compañero al que admiraba tanto. Y luego lo de Edgar Ramírez, me ha parecido apoteósico. A día de hoy es uno de los actores latinos con más éxito, y con razón. Haberle conocido ha sido como una enseñanza. Aparte, es una persona mega amorosa. Uno de estos actores totales que dices, ¿pero este hombre de dónde ha salido?».
Preguntado por los grandes nombres del reparto de Jungle Cruise, Rovira no tiene más que palabras de fascinación. «Con Dwayne Johnson rodé un par de días, sobre todo escenas de acción en las que obviamente, salgo perdiendo, y de Emily Blunt, pues imagínate… Es una maravilla, un talento innato, y luego una persona súper cercana y demás».
En España [Y en américa] el talento es el mismo, lo que no es lo mismo es el presupuesto.
En cuanto a las diferencias entre los métodos y las cifras de esa gran industria norteamericana a la que ha tenido acceso con la cinta de Disney y la industria española, el malagueño se queda con unos puntos casi invisibles que muchos gustan de olvidar, pero que no hacen más que unirnos. «Cuando empiezas a rodar, es igual. Se hace cine allí como se hace cine aquí. Lo que pasa es que los presupuestos y la magnitud que se maneja en este tipo de proyectos, pues claro… de repente estas trabajando con tres unidades al mismo tiempo, y es como, ¿perdón? Es una locura. Luego llegas aquí y dices, qué orgulloso estoy de que se haya rodado Superlópez con el presupuesto con el que a lo mejor Jungle Cruise hubiera hecho una secuencia. La partida de Superlópez eran unos 6 millones de euros, pero claro… es que con ese dinero allí no te sientas ni a negociar con Dwayne Johnson. Está guay por eso, dices, tú dale 300 millones de euros a Javier Ruíz Caldera, vas a ver la película que te hace».
Para Rovira (y para quien firma este texto), las diferencias ente las dos orillas del Atlántico, no son más que económicas. «En España el talento es el mismo, lo que no es lo mismo es el presupuesto. Aquí está El Ranchito, que hacen efectos digitales y son los que han hecho el dragón de Juego de Tronos. Esta gente, con presupuesto, te hacen maravillas. Y con Superlópez han hecho realmente milagros, ósea que muy bien. Viva el cine español, y oye, la cabeza muy alta y muy dignos además».
Un cine español del que no tardó en probar las mieles. Recién llegado a la gran pantalla, con Ocho Apellidos Vascos, un proyecto que excedió las expectativas de hasta el más optimista de sus participantes, Rovira se convirtió de la noche al día en la nueva sensación del cine español, con un boom mediático que a día de hoy recuerda con mucha calma, e incluso con algo de recelo. «No sé como explicarlo. Es como cuando te llevan por sorpresa a un parque temático. Se supone que es lo que más te gusta, y te lo pasas muy bien, pero es todo tan atronador, y te montas diecisiete veces en tu atracción favorita, y de ahí te llevan a otra… Se supone que tienes que estar disfrutando, porque lo que te está pasando es una maravilla, pero tu lo que estás es mareado. Ahora que han pasado cuatro o cinco años de todo es cuando estoy empezando a disfrutar desde la calma y la madurez, ya no solo mía, sino desde la mirada del otro. Antes era una locura, éramos la novedad, como encontrarte un lince. Ahora estoy disfrutando. Me están llegando proyectos que puedo valorar con muchísima más calma. Me apetece ahora estar haciendo cine, pero no que cada cosa que haga sea la revolución y lleguen las expectativas… eso no es divertido».
Apasionado desde siempre por la comedia, a la que no duda en referirse como «el cristal a través del cual veo la vida, un bálsamo para afrontar el día a día», no descarta aventurarse en un futuro a otras facetas de la labor cinematográfica que le permitan expresar todas esas inquietudes que lleva dentro, pero ve con más distancia la posibilidad de terminar en la silla de dirección. «Yo por ejemplo soy muy comodón, y no solo creo que hay que tener mucho conocimiento de cine a nivel técnico, sino que la implicación de un director cuando tiene un proyecto, imagínate… desde que empieza un proyecto hasta que lo acaba, igual han podido ser tres años. Un actor en ese mismo tiempo ha podido hacer un montón de cosas. Me llama más la atención el sentarme a escribir guiones. Sí que es verdad que se me ocurren muchas ideas, entonces, quizás intentar estudiar un poquito de estructura de guión y conocer gente con la que tener sinergia para poder escribir historias. Me hace más ilusión escribir que dirigir, pero actuar me gusta mucho. A día de hoy prefiero estar delante de la cámara que detrás de ella».
En el futuro más cercano, y con la voluntad de tomarse las cosas con mayor calma, Rovira tiene claro cuales son sus prioridades a la hora de escoger proyectos para encaminar su filmografía hacia un lado más íntimo y personal, donde además de divertirse pueda sentir que forma parte de proyectos únicos y con un verdadero fondo tras ellos. «Quiero estar buscando el éxito en otro tipo de cosas, no solo en los megataquillazos, sino también en que un documental como Todos los caminos haya podido entrar en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Para mí esto es un éxito personal y laboral que a lo mejor no es tan mediático como lo pudo ser Ocho Apellidos Vascos, pero para mi el éxito es esto también. Disfrutar de estas cositas, de vivir, y bueno… que la vida no son dos días a priori. Que sí, que carpe diem y todo eso… pero voy a intentar pensar que no me voy a morir el año que viene, voy a postergar cosas y voy a disfrutar de la vida».